Sanar al niño interior: de metáfora a realidad biológica

Descubre cómo la figura del niño interior se conecta con nuestras redes neuronales y cómo sanar esa parte puede transformar tu bienestar emocional y físico.

El neurocientífico Jaak Panksepp demostró que poseemos sistemas emocionales básicos que se desarrollan en la infancia y nos acompañan toda la vida. Estas emociones no son solo ideas: están profundamente arraigadas en nuestro sistema nervioso y moldean nuestra forma de sentir y actuar.

SEEKING: curiosidad, deseo de explorar y encontrar sentido.
RAGE: ira ante la frustración o la injusticia.
FEAR: miedo que nos protege del peligro.
LUST: deseo de conexión y placer.
CARE: instinto de cuidar y ser cuidado.
PANIC/GRIEF: dolor por la pérdida y la separación.
PLAY: alegría de jugar, crear y vincularnos.

El niño interior no es solo una metáfora: representa la huella emocional de nuestras experiencias infantiles, especialmente aquellas que nos marcaron profundamente. Es esa parte de nosotros que aún necesita cuidado, atención y expresión.

Cuando trabajamos con nuestro niño interior —con ternura, escucha y paciencia— ayudamos a regular y sanar esas emociones desde el amor, devolviendo armonía al cuerpo y al alma.

Sanar al niño interior es reconectar con esa parte de nosotros que solo quería ser vista, querida y respetada. Gracias a la neurociencia afectiva, sabemos que estas emociones no son “dramas del pasado”, sino necesidades biológicas reales y humanas.

Ejercicio: Cierra los ojos unos minutos. Imagina a tu niño interior frente a ti. ¿Cómo está? ¿Qué necesita hoy? ¿Qué le dirías si pudieras abrazarlo?

Ese pequeño o pequeña sigue vivo en ti. Tienes el poder de escucharle, cuidarle y darle lo que tal vez no recibió. Sanar no es olvidar el pasado, sino traerlo al presente con conciencia, ternura y ciencia.

“Las emociones no solo se sienten… también se entienden.”

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