Hablemos de algo incómodo pero necesario. La adicción a la pornografía en niños y adolescentes es una realidad que está creciendo. No es solo una moda pasajera. Psicólogos, psiquiatras y educadores de España y el mundo entero están estudiando este fenómeno porque las consecuencias son reales y preocupantes.
Los números son impactantes. En España, la mitad de los adolescentes ya ha visto pornografía antes de cumplir 12 años. Imagínate: niños que aún juegan con juguetes están accediendo a contenido sexual explícito antes de entender qué es realmente una relación sexual saludable.
Entre los 13 y 17 años, la mayoría consume pornografía de forma regular. El Dr. Celso Arango, director de Psiquiatría del Hospital Gregorio Marañón, nos da datos aún más alarmantes: el 97% de los chicos y el 78% de las chicas de 12 a 17 años en España han consumido pornografía.
Los estudios recientes muestran que el consumo frecuente se relaciona con síntomas de ansiedad, depresión y baja autoestima. Los chicos y chicas experimentan desregulación emocional. Les cuesta controlar impulsos, prestar atención y se sienten más solos.
Sexólogos como Alejandro Villena lo explican claramente: este consumo puede volverse adictivo. Como cualquier adicción, genera tolerancia (necesitan ver más para sentir lo mismo) y síntomas de abstinencia como insomnio y malestar emocional.
- Pérdida de control
- Ansiedad por consumir
- Urgencia constante
- Malestar cuando no pueden acceder al contenido
Como advierte el Dr. Arango, suele aparecer junto con aislamiento social, mal rendimiento escolar, problemas de sueño y síntomas emocionales.
Algo muy preocupante está pasando: la normalización de la violencia sexual. Algunos adolescentes se muestran insensibles ante relatos de agresiones. Las plataformas online sin regulación permiten que niños de 8 años vean pornografía, reforzando patrones tóxicos.
La clave está en acompañar, no en censurar. Tenemos que educar, acompañar, prevenir y reconocer a tiempo cualquier uso problemático. Necesitamos el respaldo de toda la comunidad: educativa, profesional y familiar.
Con un enfoque humano y respetuoso, podemos acompañar a los jóvenes para que desarrollen una sexualidad saludable, crítica y basada en el respeto mutuo. No es fácil, pero es posible.